Al concluir uno de los años más oscuros en Estados Unidos, el renacimiento de la luz que se festeja en estas fechas es visible a través del prisma de diversas expresiones de resistencia, rebelión, música y humor.

La luz más importante e inmediata es la que brota de la resistencia contra el proyecto neofascista encabezado por Donald Trump que fue por ahora frenado en la elección nacional. Esto gracias, en gran medida, al esfuerzo magno de un mosaico multidimensional de fuerzas progresistas, algunas antiguas, otras muy nuevas, que habían luchado en sus respectivas esquinas pero que lograron un triunfo colectivo (eso sí que merece felicitaciones de los que se llaman progresistas en México y otros países).

Tal vez la luz más notable fue el estallido, en medio de una pandemia, crisis económica, y represión, de lo que llegó a ser el movimiento de protesta social más grande en la historia de Estados Unidos, el de Black Lives Matter. Ese movimiento sigue transformando el debate nacional y la lucha política estadunidense, con su corriente más progresista ahora parte de la vanguardia de la esperanza de este país

Por otro lado, al mismo tiempo que la ultraderecha conquistó partes de este país, también hubo un fenómeno igualmente importante: el crecimiento de un movimiento que se autoproclama socialista. Encabezado por figuras veteranas como Bernie Sanders y nuevos líderes emergentes como la diputada federal Alexandria Ocasio Cortez, esta expresión nacional tiene varias representaciones y corrientes, desde los Democratic Socialists of America, Working Families Party, Our Revolution y decenas de grupos aún más radicales.

Al mismo tiempo, continúa la resucitación progresista de algunos sectores sindicales, a pesar de los golpes tremendos contra sus filas por la pandemia y la crisis económica, y cuatro décadas de neoliberalismo, incluidos el de los maestros, el de los sobrecargos encabezado por una socialista extraordinaria, los valientes sindicatos de enfermeras y organizaciones compuestas por trabajadores en algunos de los sectores más vulnerables como la Coalición de los Trabajadores de Immokalee y los del sector de comida rápida.

Trabajadores migrantes literalmente están rescatando a este país cada día: son los que alimentan a esta nación, los que aseguran que se satisfagan las necesidades básicas, están en las primeras líneas de los rescatistas en esta crisis de salud. Son claves –sobre todo los jóvenes– en los movimientos por la justicia social y económica para todos.

Ante los crecientes desempleo, hambre y pobreza a través del país en este año de la peste han surgido proyectos de asistencia mutua de todo tipo para asegurar alimento, medicina y apoyo entre todos en diversas comunidades, algunos incluso se están transformando en entidades más permanentes, como cooperativas, ofreciendo un modelo alternativo concreto basado en la solidaridad social ante el desastre del modelo neoliberal.

Se suman al prisma los grandes nuevos movimientos ambientalistas, de los pobres contra la injusticia económica, y los activistas contra la violencia de las armas. Al igual que el de justicia racial y migrantes, muchos encabezados por jóvenes valientes, sabios y feroces, sobre todo mujeres.

Alumbrando la oscuridad a lo largo del año, músicos de todo tipo, desde un festejo semanal a sana distancia en las afueras de la casa de un músico de jazz en Brooklyn, donde acudían músicos de toda la ciudad, al regalo de Yo-Yo Ma a través de videograbaciones tocando piezas para acompañar a todos los aislados en esta pandemia, hasta conciertos virtuales de grandes conjuntos y orquestas desde sus casas.

Estas luces que brillan, con otras, en los tiempos más oscuros aquí necesitan invitaciones de las de otros pueblos para juntos empezar a iluminar un futuro de todos, para todos, por todos.